Empiezo a estar un poquito harta de que para oler bien tengas que dejarte 40 o 50 euros (a veces más) en un perfume de 20ml. A veces pienso que les ponen partículas de oro porque si no de verdad que no lo entiendo. Estos precios que cada día ascienden un poco más, han provocado que una servidora, que antes estaba totalmente en contra de la perfumería de equivalencia, ahora se posicione a favor y es que me parece un auténtico robo.
Personalmente he pasado de comprar perfumes de Calvin Klein, Dolce & Gabanna y Carolina Herrera, a comprar perfumes de equivalencia de La Señora Borde, una empresa dedicada a la venta de perfumes de equivalencia que ha conseguido crear una colección de aromas de alta gama que no tienen nada que envidiar a las grandes marcas.
Antes, cuando leía “perfumería de equivalencia” pensaba: “Aprovechados, listos, cara duras” porque tenía en mente la idea de que lo que hacían era copiar el aroma que otra empresa había conseguido crear a base de esfuerzo pero eso es lo que nos hacen creer las grandes marcas. Muchas de ellas ni siquiera tienen laboratorio sino que compran los aromas a laboratorios desconocidos para el público en general que acaban vendiendo en aroma al mejor postor y luego, estas empresas, le añaden la marca y lo venden con el precio totalmente inflado.
Las marcas blancas de perfume no sólo tienen su propio laboratorio que crea perfumes de la nada, sino que además demuestran que se puede fabricar esos perfumes carísimos a precios realmente asequibles y se pueden vender por menos de la mitad de lo que ellos lo hacen. En otras palabras: están ganando una pasta gansa a costa de la población. Recordemos que incluso Mercadona imita productos de grandes firmas.
Con la moda pasa lo mismo
Es como cuando vas a comprar ropa y comparas el pantalón de 120 euros con el de 20. ¿Qué ropa tiene más calidad, la de marca o la barata? En muchas ocasiones la tela es diferente, se nota la calidad y los acabados, pero en otras muchas ocasiones, la calidad es la misma, los acabados también, el diseño es prácticamente igual y el coste de producción, por tanto, el mismo. Sin embargo uno cuesta seis veces más porque lleva una marca pegada en la hebilla o el cinturón, así de simple.
Luego, cuando descubrimos que esos pantalones los han fabricado en India, con mano de obra infantil, nos llevamos las manos a la cabeza pero seguimos comprándoles a ellos porque “son mejores esos pantalones que los que venden en el mercadillo o en los chinos”. Pues no señores, no. La mayoría de las veces la calidad es tan similar que si le quitáramos la marca que llevan cosida no podrías diferenciarlos.
No estoy diciendo con esto que todas las grandes firmas sean así. Hay diseños que los ves y puedes reconocer perfectamente la firma que está detrás porque tiene unos acabados y una calidad inconfundible y puede que, aunque sigan inflando los precios, esa ropa sí valga un poco más que la del mercadillo. Sin embargo esto sólo pasa con algunos grandes porque el resto es ropa del montón con una etiqueta cara pegada en un costado de la prenda.
Pero, ¿por qué imitar? A veces, básicamente, porque si algo funciona y es lo que necesitas, merece la pena buscar algo similar más económico, sea lo que sea. Volviendo a los perfumes, si tu personalidad recuerda a una fragancia concreta, merece la pena utilizarla, o no?
El perfume puede alterar el estado de ánimo, evocar momentos, situaciones o personas o provocar un sentimiento diferente.
A veces, están diseñados para enmascarar algún olor o aroma desagradable, pero otras tratan de provocar un impacto en nuestra mente, generar una sensación o atracción por algo.
Las fragancias pueden despertar sensaciones de creatividad, claridad, frescura, suavidad, relajación, bienestar, atracción… Esto se debe a que el olfato está directamente conectado con la parte límbica del cerebro, donde se almacenan la memoria y las emociones. Por eso, los fabricantes tienden a asociar directamente las fragancias con la identidad del producto.
Un gran ejemplo son los suavizantes de la ropa. En los supermercados, muchas personas, además de observar la etiqueta y el envase, lo abren para olerlos y tomar su decisión como clientes.
Y hay indicadores que demuestran qué fragancias son más adecuadas para cada uso. El olor frutal, floral, dulce y limpio suele emplearse en productos de uso cosmético o de higiene en general. Los aromas florales se usan más en jabones y productos de baño y los desodorantes suelen tener aromas más mezclados, más sofisticados y no tan básicos.